"Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas." (1 Pedro 2:25).
Es durante nuestro quebrantamiento que aprendemos que Sus promesas tocante a nosotros no pueden ser quebrantadas. "Es mas que un consuelo darnos cuenta que son aquellos que han sondeado las profundidades del fracaso a quienes el Padre invariablemente llama a pastorear a otros. Este no es un llamado a los dotados, a los muy entrenados, o a los que brillan como tales. Estos sin un descubrimiento amargo de su propia incapacidad y pobreza están inadecuados para cargar el peso del ministerio espiritual." "Se requiere a un hombre que ha descubierto algo de la medida de sus propias debilidades para ser paciente con los defectos de los demás. Tal tipo de hombre tiene un conocimiento de primera mano del cuidado amoroso del Pastor Jefe, y Su habilidad de curar a alguien que ha venido humildemente a confiar en El y solo en El. Así que él no se desespera fácilmente por otros, sino que mira mas allá de la pecaminosidad, la terquedad y la estupidez, a la fuerza del amor que no cambia. El Señor Jesús no encargó ‘Pastorea Mis ovejas. . . Mis corderos,’ al oír a Pedro afirmar su auto-confianza de que moriría por El, sino que lo da después de haber fracasado rotundamente al no cumplir sus votos, y haber llorado amargamente por las calles de Jerusalén." "Como ejemplo a Simón Pedro, no lo vemos solo restaurado a la obra a la que primero fue llamado, sino a algo aun mas supremo. ‘Alimenta Mis ovejas—pastorea Mis corderos—es la nueva comisión dada al hombre que negara a su Señor con juramento. ‘Cuando seas restaurado fortalece a mis hermanos.’ No hay nada en todo el mundo mas cercano y amado por el corazón del Señor Jesús que Sus ovejas, Sus corderos: Por tanto no pudo haberle dado a Pedro una prueba mas afectuosa de Su confianza que al entregarle a su cuidado los objetos amados de Su profundo y tierno amor.” "Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador… Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres." (Lucas 5:8,10).
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“Pero sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6)
El Racionalismo desafía a Dios; el Ritualismo degrada a Dios. Con la audacia intelectual del Racionalismo de un lado, que se atreve a hablar en contra de la Palabra de Dios; y por el otro lado, la piedad externa del Ritualismo–es realmente la misma raíz de infidelidad en el fondo. Existe la suplantación de la plena verdad; la Palabra inspirada. Ambos se deshacen de ésta, privando al alma de lo que es el único medio de un nexo vivo entre Dios y el hombre. No importa cuales sean los medios o formas; ya el proceso negativo del Racionalismo, o la más positiva posición del Ritualismo: si el hombre llega–ya sea por sus ritos o razonamientos–a excluir la Palabra de Dios, o a pararse entre su autoridad y el alma del hombre, llega a ser de hecho el mismo resultado al final. El Racionalismo es la deificación de los poderes del hombre, donde el hombre presume por su propia mente poder juzgar la Palabra de Dios, y por eso la infidelidad del intelecto cuando es usado recae en los resultados o juicios de su propio principio. Por el otro lado, el Ritualismo es la infidelidad de la imaginación, muy seguido con piedad debajo de ésta, con un amor al Salvador que puede preservarlo de las completas consecuencias del sistema, pero en sí mismo siempre saboreándolo y tendiendo a la idolatría. No podemos conocer el valor de Cristo, la Verdad, a menos que tengamos al Espíritu de Verdad. Sin embargo, la prueba de tener al Espíritu de verdad, y no ser una presa del fanatismo, es que el alma sea atraída y sujetada al Señor Jesucristo–y esto no puede ser sin la fe producida y nutrida por la Palabra de Verdad. “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” (Romanos 10:17) "Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí." (Juan 15:4)
La vieja vida es una rama muerta, y no puede permanecer en el Señor Jesús. Nuestra vida nueva es un espíritu con Él: un pámpano vivo que permanece en la Vid Verdadera. A medida que aprendemos a descansar en este hecho de nuestra posición en Él; el permanecer llega a ser nuestra actitud de reposo. “El camino a través del desierto debe ser áspero; y está bien que sea así; porque no existe una persona con mente lucida que no prefiera estar en lo áspero en lugar de un camino ‘resbaladizo’. El Señor ve nuestra necesidad de ser ejercitados en lo áspero y en lo duro, no solo para que podamos encontrar descanso más dulce al final, sino para que podamos ser más eficazmente entrenados y preparados para el lugar que todavía no ocupamos.” “Somos constantemente atrapados mirando las causas secundarias; no vemos a Dios en todo. ¡Donde estaríamos más vivos al hecho de que no hay un evento que nos ocurra, desde temprano hasta la noche, en el cual la voz de nuestro Padre no pueda ser oída, Su mano vista, con una bendita atmósfera que pudiera rodearnos! Entonces el hombre y las circunstancias serían recibidos al igual que muchos agentes e instrumentos en la mano de nuestro Padre; tantos ingredientes en Su copa para nosotros. Así pues, nuestras mentes serían solemnizadas, nuestros espíritus calmados, nuestros corazones sometidos.” “Como un pámpano cada creyente está unido directamente a la Vid Verdadera, quien recibe todas las cosas necesarias a través del cuidado del gran Labrador en persona. El entrenará y sostendrá a cada pámpano individualmente, las necesidades de cada uno están sobre su corazón. El pámpano de la Vid no se preocupa, ni trabaja arduamente, ni se apresura a buscar la luz del sol, ni encontrar lluvia. No, descansa en unión y comunión con la Vid; y en el tiempo correcto, y de la manera correcta, se hallará fruto en él. Permanezcamos de esta manera en el Señor.” “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.” (Juan 15:5) |